domingo, 29 de marzo de 2009

Lección de Vida

Cursaba yo el 4to curso de la carrera veterinaria, en el que ya era parte de las obligaciones estudiantiles el que los alumnos hicieran por grupos guardias rotativas durante una semana, cuando empezaba el mes de febrero íbamos entrando en la rutina del nuevo y emocionante año que se iniciaba.
Un día, estando mi grupo de guardia, llegó a consulta una pareja algo entrada en años que traían un perrito mestizo de Pastor Alemán de mas o menos mes y medio de edad, y cuando el Profesor les pregunto el motivo de la consulta, dijeron: mire, es que todos sus hermanitos han abierto ya los ojos y este pequeño no los puede abrir, sera que pueden hacer algo por el?
El Dr. lo examino brevemente y les dijo: no, no hay nada que hacer, este perrito no tiene ojos. Y agregó, sera mejor para él que lo dejen y le haremos la eutanasia porque no podrá manejarse solo nunca. No encontrara la comida o el agua y no tiene posibilidad de ubicarse en su entorno.
Los dueños ante esto asintieron y se despidieron de él, dejándolo en manos de una compañera.
Luego de mostrarnos el problema del cachorro, dejo indicaciones de que lo pusieran en una jaula en espera de la clase magistral que se daría luego de que fuese sacrificado y luego de la cual nos informoóque haríamos la necropsia para estudiar que otros defectos podía tener.
En ese entonces el área de internación de animales de la Clínica de la Facultad de Veterinaria estaba anexa al área donde se mantenían los perros que por haber mordido permanecían en observación y siempre me pareció un sitio lúgubre y triste. Los animales que estaban en observación no solían recibir visitas y a veces ni comida les traían los dueños.
Como el cachorro no tenia vacunas fue destinado a esa área en una jaula solo y evidentemente sin pensar en el asunto de que el pobre debía sobrevivir hasta que hubiese tiempo de estudiarlo.
Terminaba mi semana de guardia y el perrito quedaría fuera de mi protección y quizá no seria tan sencillo darle de comer como hasta entonces, así que ese sábado después de terminada la clases regresé a la clínica y le pedí a uno de los personales que me lo cuidara el fin de semana mientras pensaba como organizar las cosas.
Después de entregar la guardia, decidí aprovechar el tiempo libre del almuerzo para sacarlo a pasear y pedir en la cantina algo para el perrito, así que esa semana nos organizamos de ese modo, yo pasaba las siestas con el y en el césped jugábamos a que él me encontrara, para estimular su aprendizaje de como reconocer su entorno.
Empecé a llamarlo Ron-Rin, nombre medio tonto que se inicio jugando y quedó pues enseguida aprendió su nombre y me buscaba afanosamente cuando me alejaba de él y lo llamaba.
Los fines de semana que no estaba de guardia y el personal que era mi cómplice en este secreto a voces que teníamos, lo que hacia era esperar a que los profesores salieran y luego me robaba el perro para que pasara el fin de semana en mi casa y devolverlo el lunes temprano.
Llego Semana Santa y nosotros habíamos tenido una salida de campo que duro todo el martes, regresando tarde en la noche, ya no volveríamos a las clases hasta después del lunes de Pascua.......1 semana! Pensando en el cachorro solo y hambriento todo ese tiempo, hice algo que no era correcto, pero ni lo considere en ese momento. Le pedí a un compañero de elevada estatura me alcanzara la llave de la sala de observación, oculta en un hueco escondido. La dejaban ahí para el personal que si, tenia que ir por allí a limpiar el sitio y verificar que no hubiese muerto ninguno.
Lo saque y me lo lleve a casa, pensando que seria una larga y hermosa semana para Ron, y que quizá fuese la ultima, pues luego de la Semana Santa, es posible que el Profesor recordara su existencia.
Pero el domingo ocurrió algo imprevisto: Ron empezó a vomitar, lo medique y decidí que se quedara en casa mientras sanaba.
Los días pasaron y nadie pareció darse cuenta de que "el espécimen de estudio" se había evaporado, yo evitaba encontrarme con el Profesor de Clínica Médica, por si acaso mi rostro le trajera ideas a la cabeza, ya que me había visto muchas veces en compañía del cachorro en el campus.
Ron en casa parecía un perro normal, comía, tomaba agua, paseaba libremente por la casa como dotado de un radar interno que le permitía transpasar sin vacilación alguna puertas abiertas y pararse a arañar las que encontrara cerradas. Si, ciertamente se golpeó, creo que con todos, los árboles del patio y con casi todos los muebles, pero luego pareció haber elaborado un mapa mental del sitio de casa cosa y se manejaba como si las viera, a menos que alguien le cambiara los muebles de lugar.
Cuando estaba en el patio delantero, se lanzaba sin dudar ante la presencia de un extraño que entrara a la casa a ladrarle y era tanta la fineza de su oido que reconocía al punto a una persona conocida de una que no. La situación se torno incluso graciosa el día que el hombre que traía la leche a casa se negó a entrar a dejarla en el recipiente que se dejaba para el efecto sobre una silla afuera, ya que según él, nosotros lo queríamos engañar diciéndole que el perro era ciego.
Paso el tiempo, Ron tenia cerca de un año de edad, estaban por acabar las clases, yo ya había olvidado mis precauciones con el Dr. Núñez, hasta que poco antes de dar exámenes me pregunta de pronto: Y Bartrina? como anda el perro ciego? sobresaltada no atine más que a decirle, bien!, muy bien, se maneja perfectamente sin ningún problema.
Evidentemente el secreto a voces que mis compañeros y yo teníamos, había trascendido hacia tiempo y yo crédula pensé que se había olvidado simplemente del tema.
Por suerte no hubo consecuencias, solo me pidió que cuando Ron muriera le permitiera hacerle la necropsia, pues evidentemente esa situación no podía durar.
Se lo prometí, claro que para que vean como son las cosas de la vida Ron-Rin vivió 14 años, casi 2 más que mi profesor, a quien no pude cumplirle la promesa aunque supongo que no le importo.

1 comentario:

  1. Hola Tere! Ya conocía la historia porque vos una vez la contaste, pero me sigue pareciendo una anécdota hermosa. Es maravilloso como los animalitos se adaptan a sus discapacidades, y en vez de quedarse lamentándose, como haríamos talvez nosotros, ellos aprenden a disfrutar de la vida igual. Mi gatita Minnie ( la que fue golpeada por un vecino) ni parece notar que tiene un sólo ojito, sigue siendo cariñosa y juguetona. Y mi vet ( el de mis peluditos, en realidad, jejeej) tiene en su consultorio un gato que quedó ciego por un accidente, y sus dueños se "olvidaron" de ir a buscarlo. El gato vive ahí, está hermoso, y se maneja como si pudiera ver.
    Un abrazo grande, Tere.

    Mariana

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